Central termoeléctrica de Cienfuegos: Una inyección de energía desde el centro de Cuba
Cercano a la costa cienfueguera, se erige una mole de hierro compacta, una estructura imponente que parece desafiar al mar y al viento. Su punto más alto, una torre que exhala vapor, se alza como un faro industrial, un símbolo de la energía que fluye en la vida cotidiana de miles.
Sin embargo, en su interior, desde hace varios meses, reina un silencio inusual. Las máquinas, normalmente vibrantes y bulliciosas, esperan pacientemente que el engranaje del tiempo vuelva a girar, con la esperanza de que a finales de abril, la actividad regrese a su cauce.
El 18 de octubre de 2024, un evento inesperado interrumpió el funcionamiento de la unidad número 3. José Osvaldo González Rodríguez, director de la entidad, recuerda ese día con precisión. «Solo teníamos un bloque trabajando, ya que el 4 estaba en mantenimiento capital», relata mientras camina por los pasillos de la unidad, donde la maquinaria aún guarda el eco de su potencia.
El ambiente se cargó de tensión cuando se disparó el sistema Guiteras, creando un desbalance crítico. “Cuando ocurre una falla en un bloque, las protecciones deberían alertar y provocar que la máquina se apague. Pero esta vez, fue diferente. La desviación de la frecuencia fue imperceptible “ o lo que le decimos liso” que la unidad 3 continuó operando, alimentando una carga excesiva. En cuestión de segundos, nuestro turbo generador pasó de 3600 revoluciones por minuto a 1800. Fue un frenazo brutal que causó un desbalance en los rotores”, explica José, con la pasión de un maestro que enseña ante un enorme croquis.

Sus palabras pintan una escena vívida: el acelerado descenso de las revoluciones, las flexiones dinámicas en la máquina, el descenso en el sistema de lubricación. Todo culminó en un daño irreversible: la turbina quedó inhabilitada, y con ella, la promesa de energía que la central había ofrecido durante años. “Fue un evento muy rápido que nos obligó a realizar un mantenimiento capital que no estaba previsto”, añade con un suspiro.
La Central Termoeléctrica Carlos Manuel de Céspedes, conocida por su inquebrantable ritmo, se sumió en un silencio casi surrealista. La unidad número 4, la otra mitad del corazón de la planta, también había salido de servicio para su propio mantenimiento programado. “Normalmente, nuestras unidades solo están fuera de operación brevemente, como durante fenómenos meteorológicos extremos o la limpieza de los canales de agua del mar”, dice José, recordando cómo el tiempo parecía detenerse en esa máquina de acero y vapor.
En noviembre, tras un breve respiro, la unidad 4 se reactivó, pero los disparos continuos obligaron a extender el mantenimiento. “Este ha sido un invierno diferente”, reflexiona.
La ruta crítica de la tres

Para lograr la puesta en marcha de la unidad número 3, los componentes dañados fueron trasladados a México, donde los técnicos trabajaron contrarreloj para repararlos. El proceso fue crucial, ya que cada pieza es vital para el funcionamiento de esta máquina titánica.
A varios metros del suelo, una espiral filosa brilla intensamente bajo el sol. Dientes de acero concéntricos, de un color aluminio reluciente, son colocados con meticulosa precisión. Pesa, hiere, y los hombres que laboran en su instalación sudan bajo el calor abrasador, esforzándose por lograr su ubicación final. “Debe quedar perfecta”, repiten, conscientes de que cualquier error podría costarles tiempo y energía.
«La caída nos dañó la chumacera», explica Pedro Cepero Álvarez, Inspector de Mantenimiento. «Tuvimos que tomar la decisión de rehabilitarlas en México. La avería afectó el relaminado de toda la máquina, porque hubo roces, y todo el laminado y el diafragma tuvieron que ser enviados para ser reparados rápidamente».
Con determinación, Pedro continúa su relato. «Una vez que volvieron las piezas, fueron reajustadas aquí. Este es un trabajo de mucha precisión. La turbina requiere un cuidado extremo; se montaron todos los diafragmas y los radiales, al igual que las chumaceras. Ya hemos logrado montar el rotor para cubrir la máquina. La reparación fue difícil; hubo que traer personas de varias unidades, pero el trabajo ha sido encomiable. Una vez que terminemos aquí, nos dirigiremos a la unidad 4 para realizar un mantenimiento capital».
A lo largo de 15 años, Denis Escalona ha recorrido los estrechos pasillos de la unidad de generación. Desde su posición como director de producción de la termoeléctrica, conoce al dedillo los secretos mejor guardados de cada unidad. Con un aire de confianza, comenta sobre los avances: “Ya estamos haciendo pruebas en la caldera. Se están verificando las protecciones y todos los equipos para realizar el flushing de la turbina. Luego, se probará la turbina para el próximo rodaje y la sincronización”.

La labor en la central ha sido un esfuerzo conjunto, donde la dirección y los trabajadores han establecido pequeñas metas diarias. “Estos meses han demostrado que, a pesar de las carencias y la falta de asistencia técnica de los fabricantes de estos equipos, hemos tenido que aprender a improvisar. Los obreros de aquí se han capacitado para asumir los mantenimientos. Una termoeléctrica es un sistema muy complejo, pero contamos con la motivación para sacar los equipos adelante”.
Con cada día que pasa, la expectativa crece. Después del 20 de abril, la unidad número 3 echa andar, y la máquina de 158 MW se convertirá en una inyección vital para el sistema eléctrico del país, justo en un momento en que la generación es más que deficitaria.
Una prueba de fuego

Un amasijo de cables se pierde en las cuencas del suelo, mientras otros se elevan mediante canaletas hasta desvanecerse entre conductos que llevan a pisos superiores. El rastro del caos era evidente. Un incendio voraz devoró todo a su paso, calcando hasta el último elemento de las salas de 6 kV de las unidades tres y cuatro de la central térmica.
“En el momento del incendio estábamos realizando labores para dar permiso para limpiar los canales de cable de la unidad número tres”, recuerda Yurisnay Febles Abreu, Técnica de Seguridad y Salud en el Trabajo. “Cuando se desató el fuego, activamos el plan de emergencia establecido aquí en la empresa. Avisamos a los bomberos y buscamos los equipos para inspeccionar. Sin energía, procedimos a echar agua en los locales. El local de la unidad tres lo apagaron los bomberos, mientras que en el de la cuatro, nosotros, la brigada, nos encargamos. En ese momento, el miedo no existía; había un deseo ferviente de salvar las unidades que tanto amamos”.
Yurisnay describe la intensa lucha contra el fuego, su voz firme pero cargada de emoción. “Después de tres horas apagando el incendio, salí del local y empecé a llorar. Todo lo que habíamos conseguido se fue por un barranco. Pero luego de esa sensación, tuvimos un impulso renovado. Y ahora tenemos el orgullo de anunciar que este mes volveremos a sincronizar la unidad número tres”.

Juan Carlos González, jefe de la brigada 1 de motores de la UEB de Mantenimiento Eléctrico, siente un nudo en la garganta al recordar el momento fatídico. “Cuando ocurrió el suceso en enero, ya estábamos enfocados en terminar la unidad tres para concentrarnos en la cuatro. Fue un momento muy duro para nosotros, porque no creía que esto podía pasarnos. Al ver los cortocircuitos y las luces parpadeando, evacuamos a todo el personal. Hice un recuento de los trabajadores; fue un instante de estupor”.
El día siguiente trajo consigo la cruda realidad. “Al otro día, vimos los daños y nos preguntamos qué íbamos a hacer. Lo primero fue restablecer el alumbrado en todo el lugar para trabajar. Hicimos un enlace con el circuito siete para que, en menos de 24 horas, el personal pudiera comenzar a laborar. Luego, evaluamos los daños. Se formaron grupos de trabajo para avanzar en la tarea. En mi caso, me tocó restaurar todos los cables de fuerza de la unidad”.
El director de la entidad se une a la conversación, compartiendo la urgencia que la situación impuso. “Esto nos obligó a buscar alternativas para poder alimentar eléctricamente todas las acciones de mantenimiento que quedaron paralizadas. Ahora podemos anunciar que hemos concluido los trabajos en el local de 6 kV de la unidad número tres. Ya están probados, y todas las funciones de distribución de 380 voltios han sido restablecidas. También funciona el transformador de servicios de planta. Estamos en un proceso de interlot, listos para arrancar”.
Los cubículos que se montaron en la sala de 6 kV, devastada por el incendio, llegaron de Nuevitas y se adaptaron a la planta. “Han sido jornadas de mucho trabajo. Después de dos meses, decir que las huellas del incendio han sido borradas parece un milagro. Además, se realizó el cambio de un transformador que llegó desde Santiago de Cuba”.
En la sala de 6 kV de la unidad cuatro, las labores de saneamiento de los cables continúan. “Seguimos convencidos de que la unidad va a entrar en línea. Vamos a aportar 158 MW, un granito de arena, pero será una inyección de energía a un sistema eléctrico que enfrenta una situación comprometida”.

Hombre luz
En el corazón de la Central Termoeléctrica, donde el metal y el vapor se entrelazan en una danza constante, trabaja un hombre que ha dedicado su vida a garantizar la continuidad de la energía que alimenta a su país. Anastacio Daniel Suárez Águila, especialista de piezas de repuesto, es un testimonio viviente de compromiso y resiliencia.
“Mi trabajo, como lo dice mi cargo, es garantizar las piezas de repuesto en la unidad”, explica Anastacio con la voz firme y serena de quien ha visto pasar décadas de su vida entre maquinaria y herramientas.
Desde enero de 1969, cuando ingresó a la antigua termoeléctrica San Román como mecánico de taller, ha recorrido un camino que pocos pueden imaginar. Su historia es la de un hombre que ha echado raíces profundas en el suelo de su tierra, abrazando con pasión un oficio que no solo requiere habilidades técnicas, sino también una dedicación inquebrantable.

“Nosotros, a partir de nuestra experiencia, comunicamos las necesidades de la industria a los talleres que producen aquí en el país. No solo se trata de calidad, sino de la inmediatez con que deben llegar esas piezas de repuesto”, continúa. En un contexto donde las limitaciones energéticas son parte del día a día, Anastacio se convierte en un verdadero solucionador, buscando alternativas y estrategias para asegurar que cada componente llegue a su destino a tiempo. “A veces hay que ser ingenioso”, añade con una sonrisa, reflejando la creatividad que se requiere en su labor.
Su trayectoria ha estado marcada por la evolución constante de las tecnologías y los equipos. Desde jefe de taller de maquinado en la década de los 80 hasta su cargo actual, Anastacio ha sido testigo de los cambios que han transformado la industria, pero su compromiso permanece intacto. “Me gusta mucho este trabajo porque es muy movido. Se ve el aporte que uno hace y, sobre todo, el resultado. Es mi vida; toda la vida he estado aquí”, confiesa, sus ojos brillando con el orgullo de un hombre que ha encontrado su propósito.
La rutina de Anastacio comienza antes del amanecer. “Nosotros le decimos a la gente: miren nuestro ejemplo. Nos vamos a las cinco de la mañana de la casa y llegamos en apagón, pero no nos detenemos”. Sus palabras resuenan con fuerza, un eco de la determinación que impulsa a él y a sus compañeros a seguir adelante, incluso en las circunstancias más adversas. Esa energía, se convierte en un faro de inspiración para quienes lo rodean.
En el taller, el sonido de las herramientas y el murmullo de las conversaciones fluyen en un ritmo casi musical. Cada pieza que Anastacio gestiona no es solo un componente mecánico; es una parte vital del engranaje que mantiene en funcionamiento la vida de miles de personas. Su labor es un recordatorio de que, detrás de cada kilovatio de energía, hay historias de esfuerzo, dedicación y sacrificio.

El latido del corazón
En la Central Termoeléctrica Carlos Manuel de Céspedes, la actividad no se detiene. Cada día, hombres y mujeres se sumergen en un torbellino de trabajo, dedicando su esfuerzo a mantener en funcionamiento la máquina que alimenta de energía a toda una región. Leonardo Fernández, jefe de área de la ruta crítica de mantenimiento, es uno de los pilares de este esfuerzo colectivo.
La historia reciente de la caldera número 4 es un testimonio de ello. “El mantenimiento de la caldera comenzó oficialmente en diciembre de 2024”, explica Leonardo con la voz firme de un líder que conoce cada rincón de su área. “Como parte del mantenimiento de la unidad, la caldera se encontraba en la ruta crítica con el objetivo de desmontar los serpentines del calentador y del sobrecalentador. A partir del estado en que se encontraba, se aprobó aumentar el volumen de trabajo y cambiar el 100% de los serpentines primarios”.

La magnitud del trabajo es impresionante. No se trata solo de una simple reparación; es una reconstrucción meticulosa que requiere atención a cada detalle. “En otra inspección se determinó cambiar la pared frontal del vestíbulo de cabezales”, continúa Leonardo, consciente de los desafíos que enfrentan. “Por tanto, la fecha de entrega de la unidad debe desplazarse, aunque trabajamos cada día para recortar tiempo sin perder la calidad del trabajo”.
El área de los quemadores es un lugar crucial dentro de la caldera. “Aquí se generan las llamas para el proceso de combustión”, indica, señalando los nueve quemadores que dan vida a la maquinaria.
“La caldera de Céspedes es presurizada, y las paredes de agua que la rodean cuentan con tuberías de diversos diámetros, donde el agua cambia de estado hasta convertirse en gas, completando un ciclo que termina en la turbina”.
Este mantenimiento es un esfuerzo monumental que se extiende por más de 200 días, y la colaboración es clave. “Hay personas de todo el país trabajando aquí”, dice Leonardo con orgullo. “El trabajo se realiza las 24 horas, con turnos rotativos de dos días de día y dos de noche, de siete a siete por cada turno”. La dedicación y el sacrificio de cada uno de los trabajadores son evidentes en el ambiente, donde el sonido de herramientas y el murmullo de las conversaciones se entrelazan en un ritmo constante.
A medida que avanza la obra, la angustia y la esperanza se combinan en el aire. Cada día trae consigo la promesa de un paso más hacia la reactivación de la caldera, un proceso que no solo representa un logro técnico, sino también una inyección vital de energía para la comunidad.
Mientras las horas pasan y el sol se oculta en el horizonte, el esfuerzo colectivo se hace palpable. La Central Termoeléctrica Carlos Manuel de Céspedes, que ha enfrentado tantos desafíos, se prepara para renacer una vez más. La determinación de su gente, forjada en momentos de crisis, es la chispa que encenderá el futuro energético de Cienfuegos.